En la literatura de
todos los tiempos y en el arte medieval -por ejemplo en Notre Dame de París- se
ha representado a la Naturaleza como un libro, abierto o cerrado según nuestra
capacidad de interpretar su lenguaje.
Un lenguaje que para
la razón es pura matemática, como diría Galileo Galilei y que para la
sensibilidad es un lenguaje donde prima el color.
La geometría
de las formas, la disposición de espacios en la arquitectura, nos ubica frente
a la realidad; pero es el color quien tiñe nuestra afectividad y modifica
nuestro mundo emocional.
Además la
primera sensación, la que primero llega a nuestra conciencia es la de la vista,
y dentro de ésta, el color antes que la forma. Por ello en el marketing actual,
el primer indicativo es el color: la distribución de zonas de un edificio, los
tipos de combustibles que usamos para nuestro vehículo, los identificadores de
un cableado eléctrico, el símbolo-color corporativo de un logotipo, etc.
El color es
quien abre antes la puerta de nuestra sensibilidad y es por ello de vital
importancia en todos los ámbitos de nuestra vida.
Cuando filósofos
como Ortega y Gasset o Miguel de Unamuno dicen que cada paisaje es, en el
fondo, un estado del alma es por cómo en él están tejidas las formas y los
colores, y la vibración que éstas imprimen en el alma. Hay colores que inspiran
y descansan el alma, como el azul del cielo, que sugiere lo infinito; otros
como el rojo excitan, son como un fuego que quema; otros que inspiran confianza
como el amarillo del sol; otros como el verde, con su infinidad de matices -¿no
es, en definitiva, el COLOR DE LA NATURALEZA?
Sabemos de la
vida de una estrella por el color que presenta, los elementos químicos que en
ella hay por los colores que fueron absorbidos del espectro de luz, medimos la
temperatura de una llama o de un metal candente por los bellísimos colores que
irradian; durante la noche priman los colores violáceos y las sombras no son
sólo grises, sino que tienden, como dijo Goethe, al azul; los dedos de rosa de
la aurora nos despiertan a la vida y al día como una madre amorosa; el sol
sangra con sus tintes bermejos en el crepúsculo y muestra su exhuberancia,
alegría y poder en la luz amarilla del mediodía; en la lejanía las montañas se
tornan azules como si el color del aire fuese, precisamente azul, un color en
que todo se hace serenamente distante; el blanco de las nubes es una promesa
del agua que esconden y que va a fertilizar la naturaleza; las mismas flores
con la geometría cónica de sus pétalos y la viveza de sus colores atraen a las
abejas que las van a polinizar, ciertos rayos cósmicos procedentes del cielo
estrellado son necesarios para la alquimia de la vida.
Sí, el
lenguaje del color es el de la es el de la Naturaleza y también el del alma
humana.
148 x 130 mixta sobre tela
DIPTICO
AMANECER (ANTONIO MACHADO)
|
156 x 131 cm. Mixta sobre tela.
DIPTICO
ATARDECER (GABRIELA MISTRAL)
|
120 x
CALMA CHICHA (MARIO BENEDETTI)
|
202 x
TRIPTICO
LA LUNA ASOMA (GARCIA LORCA)
|
144 x 130 cm. Mixta sobre tela.
DIPTICO
NOCHE DE VERANO (ANTONIO MACHADO)
|
140 x 126 cm. Mixta sobre tela.
DIPTICO
OTOÑO (OCTAVIO PAZ) |
Exposición en "El Paseo Vintage" ELCHE. Febrero de 2014 El dia de la inauguración. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario